Término que se refiere a las obras,
estilos y principios técnicos de los escritores alejandrinos (Grecia), que
prosperaron alrededor de los años 322 a 30 a.C. Algunas de las principales
formas que usaron fueron: la elegía, el epigrama, el epilio. También
escribieron dramas. La mayor parte de sus obras se caracteriza por la
ornamentación y la oscuridad. (Cuddon) // 2. Nombre dado al sistema filosófico
y a la tendencia literaria adoptados en la escuela de Alejandría. La fama, muy
justa, de los filósofos alejandrinos, y los admirables escritos acerca de sus
doctrinas, fueron causa de que, durante algún tiempo, quedaran relegados en el
olvido otros muchos escritores y artistas que, antes y después de los
filósofos, tanto hicieron por la poesía, la crítica, la ciencia, llegando a
lograr un largo período de cultura helénica, con propias características muy
acusadas. Los filósofos alejandrinos son posteriores a la Era cristiana;
iniciaron sus escuelas en el siglo III, para terminar su influencia en el siglo
V. Sin embargo, el alejandrinismo, como período de cultura general, es muy anterior.
Empezó en el siglo IV antes de Cristo, y continuó pujante durante la dinastía
de los Tolomeos. El primero de estos monarcas, Tolomeo Soter (Salvador), hizo
de Alejandría, capital de su reino flamante, ciudad de artistas y de sabios.
Siguiendo los consejos de Demetrio de Flero, fundó una biblioteca y un museo,
que habían de ser pasmo de su época y de la tradición. El museo, enorme
edificio de riquísimos pórticos y salas, estaba rodeado de unos bellos
jardines, dedicados al coloquio de filosofía, arte o poesía. En este museo,
Euclides enseñó las matemáticas y fundó la escuela de la que salieron Aristarco
de Samos, Arquímedes, Eratóstenes, Apolonio de Perga; Diodoro Cronos enseñó la
filosofía, contando entre sus discípulos a Filón y a Zenón de Cittium. La
poesía, la crítica y la gramática tuvieron como primer maestro a Filetas de
Cos. Distinguió a la poesía alejandrina una extremada erudición mitológica y
arqueológica, mezclada en unas formas sabias y en un estilo sumamente
amanerado. El sentimiento quedó sacrificado al arte; y este arte, sumamente
refinado, tuvo una propensión extraordinaria a los efectos del primer momento.
Y la imaginación quedó ahogada por los resabios eruditos. Faltan textos para
apreciar debidamente el alejandrinismo poético, y los escasos con que contamos
refiérense a Propercio, acusado de imitador, y a Filetas. Los críticos
alejandrinos alabaron más particularmente a Calímaco, que vivió durante los
reinados de Tolomeo Filadelfo y Tolomeo Evergetes. De los numerosos poemas
compuestos por Calímaco –elegías, epopeyas, dramas satíricos, himnos, epigramas–
no nos quedan sino algunos epigramas e himnos. Estos últimos interesan
particularmente por el eclecticismo religioso con que el poeta intenta unificar
la multiplicidad de tipos mitológicos. Asclepíades de Samos, a quien se
atribuyen innumerables epigramas, y que vivió en Alejandría, fue contemporáneo
de Calímaco. Por la misma época, Teócrito, que vivió algún tiempo en
Alejandría, se formó poéticamente como discípulo de Filetas. En una época en
que Grecia había perdido su fecundidad literaria, o el arte hábil de renovar
con nuevas formas las obras de su pasado, cuando la crítica y la erudición
habían reemplazado al genio creador, el alejandrinismo acertó a contener una
decadencia demasiado rápida, aprovechando y como zurciendo salvados valores aliados en una expresión muy peculiar.
Arato, amigo de Teócrito, fue contado entre los alejandrinos, a pesar de no
haber estado en Alejandría, por delatar la influencia retórica y pensada del alejandrinismo. Lo mismo
puede afirmarse de Euforión, quien, en sus numerosos escritos, se goza en
prodigar las locuciones poco conocidas y las alusiones difíciles de
interpretar. Apolonio de Rodas, discípulo de Calímaco, alcanzó un gran renombre
con su epopeya Los argonautas, en
cuyos recitados se encuentra la misma abusiva erudición de la que los
alejandrinos hicieron su mérito capital. Sin embargo, los defectos del
alejandrinismo literario se delatan enteramente en el poema de Licofrón Alexandra, obra extraña, en la que lo
histórico está presentado bajo la forma enigmática de los oráculos, y en la que
se encuentran reunidas las más singulares leyendas y las más absurdas
expresiones. En el siglo II antes de Cristo se hizo sentir entre los poetas la
influencia alejandrina; así, en las Geórgicas
y en las Metamorfosis de Nicandro de
Colofón, y en dos poemas –hoy perdidos– acerca de la Medicina. Dicha influencia
lírica aún se patentiza en el siglo I antes de Cristo, y en el mismo Partenio,
maestro griego de Virgilio y amigo de Galo. Los trabajos críticos de los
alejandrinos versaron acerca de temas de la Gramática y de la Filología,
principalmente referidos a los textos de los poetas homéricos. Filetas se
aplicó a explicar las palabras oscuras, las locuciones arcaicas y las
expresiones propias de distintos dialectos. El inicio la recensión alejandrina
de la Ilíada y de la Odisea, que posteriormente llegaría –ampliada
y precisada– a ser la definitiva, según la cual los dos famosos poemas han
llegado hasta nosotros. Zenodoto, discípulo de Filetas, puso las bases más
firmes de la crítica sistemática aplicada a los textos literarios; sin embargo,
su imprudencia y su audacia motivaron no pocas alteraciones, confusiones y
falsedades en los textos homéricos por él estudiados. Su discípulo, Aristófanes
de Bizancio, y el discípulo éste, Aristarco, alcanzaron el éxito, de terminar
la depuración y de dar la suprema armonía en la Ilíada y en la Odisea.
Los textos homéricos de Aristófanes de Bizancio y de Aristarco son los más
dignos de crédito. Después de este famoso período del alejandrinismo crítico,
los trabajos de corrección, de interpretación y de gramática fueron continuados
por eruditos que nacieron o que enseñaron en Alejandría; entre ellos
destacaron: Dídimo –que resumió todos los estudios acerca de Homero–, Apolinio
“el sofista” –que redactó un Léxico de
palabras encontradas en Homero–, Apión –que en tiempos de Tiberio inició
una nueva revisión de la Ilíada–,
Apolonio Díscolo –quien, en el siglo II después de Cristo, redactó una gramática
sumamente curiosa–. Artísticamente, el alejandrinismo se caracterizó no por sus
peculiares intuiciones, ni por sus formas de vida, sino por inclinarse más y
mejor al conocimiento del arte que a
la creación artística; el alejandrinismo artístico eligió los cánones que le
exigían las preferencias estéticas y no los que le señalaban las imperiosas
necesidades de su propio devenir. El alejandrinismo –que supo armonizar,
resumir, compilar, imitar con singulares prerrogativas calidades del espíritu crítico– encontró enormes
dificultades para librarse de las influencias y refugiarse en una evolución.
Puede afirmarse, sin grandes temores al error, que el alejandrinismo artístico
no hizo sino mecanizar los temas y la
técnica. (EDL)
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