En Roma, especialmente desde el 300 a.C. el pontifex maximus registraba anualmente
los sucesos sobresalientes en las tabulae
pontificum, registros que recibían el nombre de 8annales
maximi. Dichas tablas constituyeron los primeros documentos
de carácter histórico –Ennio bautizó con ese título (“Anales”) su épica
histórica– pero durante mucho tiempo se anotaron sólo datos escuetos y de
carácter principalmente sacro (por ejemplo, los nombres de los magistrados del
año y la relación de guerras y eclipses). Aunque
el propósito de los analistas es guardar un registro histórico, se hace
necesario diferenciar las figuras del analista y el historiador. El primero sólo se preocupa por
anotar los hechos en forma cronológica y sucesiva. El historiador, en cambio, además
de desarrollar una narración y no un simple catálogo de acontecimientos, se
interesa por el desarrollo lógico de los hechos, respetando y destacando las
relaciones de causa-efecto existentes entre unos y otros. Aulo Gelio establece
otra diferencia: historia es el relato de un testigo ocular; anales son el
relato de lo pasado. Howatson ofrece la siguiente información: “Los
primeros historiadores de Roma, los llamados historiadores senatoriales, Fabio
Pictor, Cincio Alimento, Postumio Albino y C. Acilio, que escribieron en griego
en la primera mitad del siglo II a.C., debían muy poco a los anales, y seguían
en realidad la tradición de la historiografía griega helenística. Catón el
Censor, que escribió su historia de Roma, los Orígenes, en esta época,
continuaba también la tradición griega, aunque escribiera en latín. Bajo su
influencia, los viejos analistas Casio Hémina y Calpurnio Pisón hicieron la primera
reconstrucción sistemática de la historia de Roma basada en documentos, en la
segunda mitad del siglo II a.C. Luego P. Mucio Escévola (m. c. 115 a.C.), pontifex maximus en 130, puso fin a la
exposición por años del contenido de los anales y autorizó su publicación, en
ochenta libros, desde los tiempos más antiguos hasta su época, utilizándose
para el período de los reyes especulaciones legendarias, y para la primera
época de la república una reconstrucción de los hechos a la luz de la
tradición. La disposición de esta obra histórica determinó la forma adoptada
por todos los historiadores romanos posteriores, incluidos aquellos que, como
Valerio Antias y Claudio Cuadrigario, desarrollaron sus relaciones en un estilo
retórico. Pocos historiadores, como Licinio Macer y Elio Tuberón, parecen haber
comprobado su material, y la mayoría de los escritores de anales, como Livio,
aceptaron tanto la forma narrativa como el contenido de sus fuentes”. (DILIC)
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